No es un secreto que el aspecto de la piel es un reflejo de la salud de nuestro organismo. Un factor importante que influye en la apariencia de la piel es la conexión que mantiene con el sistema nervioso, de modo que nuestros estados de ánimo y emociones pueden generar cambios en ella. Por ejemplo, si nos sentimos bien, felices y relajados, nuestra piel luce radiante pero, cuando estamos muy agobiados, nerviosos o tristes, se muestra opaca y sin brillo.
El estrés es un factor emocional muy poderoso que con mucha frecuencia está en la vida de las personas, puede manifestarse por problemas personales, profesionales o por acontecimientos externos y es responsable de provocar muchas afecciones o de agravar las existentes.
Cuando hablamos de este tema, debemos mencionar al cortisol, esta es la hormona que se libera en momentos de estrés y nos ayuda a lidiar con la situación, pero cuando estamos continuamente estresados los niveles de la misma se disparan y empiezan los efectos negativos
El cortisol eleva los valores de azúcar en sangre que causan daños al colágeno y la elastina, lo que debilita la piel ocasionando a largo plazo envejecimiento prematuro junto con arrugas más profundas.
Al mismo tiempo, el cortisol afecta nuestro sistema inmunológico, crea desequilibrio hormonal y baja las defensas, volviéndonos más propensos a contraer, infecciones u otras enfermedades de la piel como dermatitis, herpes labial, eczemas y verrugas.
Otra consecuencia de la hormona del estrés es que afecta la barrera protectora de la piel haciéndola más vulnerable a los daños por factores externos como los rayos UV. Además, podría generar una producción excesiva de sebo que en conjunto con las bacterias de nuestra superficie propician la aparición de acné o lo intensifican.
Por el bien de la salud emocional y física es necesario buscar maneras de liberar los niveles de estrés, puede ser practicando alguna actividad física, apartando una hora al día para hacer algo que te guste o incluso con meditación.